Lunes 24 de mayo de 2021
No podemos eludir la impresión de que el hombre suele aplicar canones falsos en sus apreciaciones, pues mientras anhela para sí y admira en los demás el poderío, el éxito y la riqueza, menosprecia en cambio, los valores genuinos que la vida le ofrece. No obstante, al formular un juicio general de esta especie, siempre se corre el peligro de olvidar la abigarrada variedad del mundo humano y de su vida anímica, ya que existen, en efecto, algunos seres a quienes no se les niega la veneración de sus coetáneos, pese a que su grandeza reposa en cualidades y obras muy ajenas a los objetivos e ideales de las masas.
Estas apreciaciones significan aspectos sustantivos de la naturaleza de la conducta humana. En la actualidad, es imprescindible ser capaz de evaluar estos aspectos para verificar la naturaleza de la demanda de bienes y servicios que en la economía actual surgen. Nosotros entonces, a partir de todas estas segmentaciones cuyos errores estadísticos tienden a cero, podemos transar cualquier estilo y tipo de servicios o mercancías “personalizadas” para poder satisfacer esa demanda.
Los actuales sistemas de comunicación nos permiten hacer de nuestras investigaciones comerciales una herramienta imprescindible para cualquier esquema de mercadotecnia.
¿Es reprochable esto de andar indagando sobre la naturaleza de las personalidades que se expresan en las grandes bases de datos disponibles de todos los sistemas integrados de comunicaciones? Resulta que planteado de esta manera pareciera que solo queremos vender cosas o servicios, pero munidos de medias, variables, errores, modelos estadísticos, nutridos de algoritmos de calculo que permiten recorrer las grandes bases de datos a la velocidad de la luz solo estaremos resolviendo los problemas que el sistema nos ofrece para optimizar las decisiones de compra de nuestro “mercado”.
La compra compulsiva, es decir sin que sea esta un acto de conciencia, tiene un límite de indignidad bastante difuso y la naturaleza de los esquemas manipulables de la aparición de los deseos inconscientes tienen una confusa legalidad ética. Como decíamos al principio, admirados el poderío, el éxito, la riqueza, y menospreciamos los valores genuinos que la vida nos ofrece, aprovechando estos aspectos de la leve perversidad humana es que nos van a vender lo que no necesitamos, pero en el acto de comprar nadie puede aludir que lo hizo de modo inconsciente. No es una propaganda subliminal la que pide satisfacer la sed a través de una gaseosa, es un problema de autoconciencia y aspectos de la antropología de un momento de la historia en una sociedad particular.
Debo decir que el primer párrafo no es de mi autoría, pero no hice la referencia en el pie de página simple, lisa y llanamente porque el autor está sujeto a prejuicios; el mismo se llama Sigmund Freud y lo que transcribimos es el primer párrafo del ensayo “El malestar en la cultura” (1929-1930).
Esto último ha demostrado que los aspectos “virtuosos” que admiramos del otro son el poderío, la riqueza y el éxito, a punto tal que la categoría éxito en la Segunda Reforma se consideraba como aquella que permitía ingresar al paraíso, en función de que dicha religión nos decía que estábamos predestinados y solo podíamos saber nuestra predestinación en la tierra cuando obteníamos poder y riqueza. Entonces, esta determinación del inconsciente colectivo será considerada en la revisión de las bases de datos personales para saber cómo funciona el deseo y esta “religiosidad” que nos “hace ser como nuestro prójimo”.
Es indudable el valor económico que en la actualidad tiene una empresa que es capaz de saber qué es lo que necesitan las personas. Ni siquiera es necesario que produzca las cosas, solo con intermediarlas es suficiente para realizar una acumulación importante en estas “nuevas” formas de comercialización y apropiación del excedente. Seremos seguramente criticados en función de nuestra posición orwelliana, aun cuando no nos importe, pero sí debemos reconocer que ha habido y los habrá muchos hombres que han predicho situaciones sociales y del desarrollo económico de manera perturbadoramente acertada.
Estamos entonces ante situaciones complejas, dado que la utilización de las bases de datos a través de algoritmos de cálculos es muchísimo más frecuente de lo que se podría esperar aun cuando represente una intromisión en la información personal que tienen los usuarios de las redes. Los intereses corporativos estarán permanentemente argumentando con la mejor de las originalidades; en función de que los intelectos puestos a disposición no son inteligentes sino bien pagos (y esto parece hacerlos inteligentes), tendremos entonces los argumentos más originales para sostener derechos sobre la utilización de las informaciones (privadas). El argumento más original es que la información de la caracterización de la personalidad de cada usuario es una información que en los informes a las compañías o en las utilizaciones de las bases de datos, se refieren de modo impersonal a los efectos de obtener un resultado o una modificación de las variables que caracterizan la gnoseología mercantilista de la demanda. Esto ha producido una serie de demoras judiciales que han significado reinterpretaciones y controversias cuando para que Cambridge Analítica, por ejemplo, puede analizar las bases de datos no se les dan las variables agregadas, sino se le suministran las bases completas, con cada una de las variables que completan los perfiles personales.
Por lo tanto, no hay ninguna discusión, hasta ahora, del tipo legal ni argumental que lo que sucede es la vulneración de la intimidad de las personas, a punto tal de que se modificó a partir de los arbitrios sobre las variables de la base de datos la conducta de los votantes y no se sanciona a nadie.
Entonces tenemos que considerar que somos vulnerables desde el punto de vista individual. El tema no radica en una apreciación personal del problema sino en un análisis del conjunto de la problemática, porque la resolución científica de esta cuestión tiene que ver con la cantidad. Porqué decimos esto, básicamente, porque la teoría de los grandes números de Bernouli explica que con este nivel de cantidad de datos los errores estadísticos y de apreciación se minimizan, y su suma a través de la interpretación de variables complejas no afecta los resultados y no se magnifican los errores. De acuerdo a esto, estamos frente a una capacidad predictiva, de estos análisis que resultaba impensada hace treinta años. La encuesta de hogares por ejemplo tiene un +- un 3% de error y es un diseño cuasi omnicomprensivo en función de las variables que mide; en cambio cuando nos enfrentamos a análisis que tienen un error inferior a 0,1 estamos coexistiendo con inferencias que tienen que ver con la certeza.
Por supuesto, dicho todo lo anterior estamos frente a un problema de distribución de mercancías, depresión sustantiva de los stocks intermedios, despacho a demanda y lo que se llama ahora “venta personalizada”.
Frente a esta situación, que surge básicamente en los últimos 10 a 15 años, la posibilidad de que los ahorros de costos antes mencionados signifiquen una apropiación del excedente existente entre precio de venta-público y precio de producción que será apropiado por las compañías que organizan la “venta personalizada”. Tengamos en cuenta entonces que los niveles de rentabilidad son inimaginables, entonces el monopsonio (monopolio de compra) que se produce entre el fabricante y el consumidor no solo define precios de producción sino también que se apropia de los excedentes de los asalariados con dudosa capacidad de no ser operados por el intermediario. Estamos entonces frente a situaciones complicadas para realizar prognosis.
La complejidad de la realidad tiene que ver con una especie de conclusión intuitiva respecto de esta estructura social que se afecta, con todo lo antes mencionado. Cuando vemos las responsabilidades que tenemos los consumidores, “los agentes del mercado”, las tratamos de buscar y naturalmente no las encontramos.
Estas responsabilidades se diluyen cuando la decisión del consumidor de mercancías y servicios se minimiza hasta casi desaparecer al estar condicionada la naturaleza intelectual de la demanda.
Durante los últimos trescientos años, no todos, pero buena parte de los teóricos de la economía, han definido que la decisión de satisfacer nuestras necesidades como consumidores representa el motor de la demanda. Esta es una simplificación bastante cómoda para que, una “sociología cuantitativa” resuelva los problemas de la demanda de bienes y servicios y los ajustes a precio y cantidad.
Ahora bien, si pensamos que resolvimos el problema de la demanda entregándole a cada quien lo que supone que necesita nuestro problema se reduce a un problema de distribución y precio; esta situación en un mercado de competencia perfecta estaría relativamente bien definida, pero como esto no es así se perfeccionan los niveles de concentración, en este caso, de la distribución y no de la producción. Recordemos que, después de todo lo analizado, nuestra oferta de bienes tiene que ver con el intermediario y no con el productor.
En el futuro analizaremos la naturaleza psico-social de la decisión de compra, la compulsión al gasto, la inhibición de ahorros para la adquisición de bienes de consumo durable o también, la adquisición de bienes inmuebles lo que seguramente traerá en el futuro una degradación de la demanda agregada y de la utilización de créditos de mediano y largo plazo en el sistema financiero.
Esta apreciación diagnóstica seguramente estará siendo revisada por los intelectuales universitarios del ámbito de la sociología y la economía de las universidades de EEUU.
La pregunta a responder es si es posible considerar que las corporaciones pueden modificar la demanda del mercado de consumo. Si esto es así esta demanda cambiará, en función de estructurar la voluntad de los consumidores y orientarla para que se consuman determinados bienes y no otros. Dado que siempre la cantidad a demandar es finita y es entonces que nos surge la posibilidad de cambiar esta conducta, no solo en el sentido del consumo, sino también en otros.
Si tratamos de responder los interrogantes que nos sugerimos debemos considerar que la modificación de la demanda tendrá que ver con una adecuación de la oferta de bienes y servicios. Ahora, ¿se puede modificar esta demanda a partir de intervenir en las decisiones de los consumidores? Seguramente, lo que pasa es que los consumidores se reemplazarán de acuerdo a la naturaleza de sus orientaciones consumistas y también de sus capacidades, desde el punto de vista económico, que tengan para incorporar determinados bienes o servicios. Cuál es la intención básica de los “INTERMEDIARIOS DE CONSUMO”, Amazon, por ejemplo. Surge como natural una orientación a los servicios y una atomización de los sectores productivos, porque el consumidor está atomizado.
Las aseveraciones antes realizadas implican que la voluntad del intermediario estará orientada a, en el caso de la producción, tratar de sustituir la oferta homogeneizando la naturaleza de los productos. De esta forma, lo que se produce es un aumento de la eficiencia en la distribución geográfica y una capacidad para determinar precios de compra en el productor por vía de la sustitución de los mismos.
En el caso de la orientación a los servicios, es lógico pensarlo, porque el costo de la transportación de mercancías no existe, pero aun así en este caso se monopoliza la compra por parte del intermediario de nuevos servicios, para poder disponer de los mismos en el inmenso estante que implica la oferta en internet para los consumidores.
La velocidad de transacciones y el dominio de la información por parte del intermediario respecto de las cantidades y precios, de esta manera particular de comercializar productos y servicios, cumple con el desiderátum de los principios de la competencia perfecta que postularon los fisiócratas, lo que sucede es que lo transparente de la información en este mercado, lo es solamente para el intermediario, no lo es para el consumidor, ni tampoco para el productor. Caracterizamos de esta forma, la naturaleza monopólica de la práctica que define exactamente las características y el futuro de estos mercados.
Es muy posible que estas compañías en el corto plazo tengan rentabilidades adicionales por su revaluación en la bolsa de valores; es también posible que en el momento que el estado norteamericano se proponga regular las conductas que estamos analizando, estos niveles de rentabilidad se depriman y consecuentemente su valuación bursátil. Hay que tener en cuenta la degradación de la demanda por efecto de la percepción de los inversionistas.
Teniendo en cuenta que estas organizaciones trascienden las fronteras norteamericanas, existen ciertas dificultades en el comercio internacional por eventuales inestabilidades en los tipos de cambio de los distintos países que moverán a los consumidores a restringir sus compras en cuanto la devaluación de su moneda le sea adversa. Es por eso, que Amazon invierte en países que los intereses y el tipo de cambio son estables.
Debemos considerar también que hay un detalle no menor: en un 75% la oferta de bienes es de los Estados Unidos. Hay naturalmente ingresos de divisas que deberíamos cuantificar para tener en cuenta que significan las medidas que restrinjan las “exportaciones” norteamericanas hacia otros países. Debemos también entender que hay algunos países que pueden competir con los Estados Unidos y beneficiarse también de este sistema de distribución teniendo en términos relativos costos inferiores.
C.A.F.