mayo 25,2020
Qué pasará en la vida de los argentinos cuando hayan disminuido hasta casi la desaparición los problemas de la pandemia? Llevamos solo un poco más de dos meses desde su inicio y ya se ha convertido en un drama social, económico y a esta altura, también político.
Hemos dicho reiteradamente que las medidas que se han tomado en nuestro país han sido desde el punto de vista del cuidado de la salud evidentemente exitosas. Y esto último debido en gran medida al haber copiado aquellas que con anticipación adoptaron en el hemisferio norte, especialmente las que dieron buen resultado. Al menos hasta el momento. No nos descuidemos ya que aparentemente en las próximas semanas vendrá lo peor. Esto parece inevitable al decir de los expertos.
El énfasis que se pone en el cumplimiento de disposiciones entre el extremo cuidado a que se somete la población se contrapone en muchos casos con las consecuencias económicas no deseadas que ello conlleva. Materia de discusión en innumerables ámbitos de la ciencia de la salud, de la economía y de la opinión publica. Por qué entonces no iba a repercutir en lo político? Argentina es especialista en transformar toda situación de cualquier índole en discusiones y divergencias con argumentaciones diametralmente opuestas. Y lo peor que en relación a la pandemia, ya que en un breve plazo también se politizaron.
Escaso resultado del gran esfuerzo que hace el Sr. Presidente al intentar generar una discusión despojada de toda intencionalidad (con algún traspié incluido), ya que hasta dentro de sus propias filas hay divergencias que van desde lo racional, empezando por él mismo, hasta otras voces que no se olvidan nunca del fanatismo ideológico que los impulsa. Y arteramente hacen campaña de desprestigio a sus oponentes desnudando sus bajos instintos al aprovechar una desgraciada situación que nos involucra a todos los habitantes de esta tierra. Recién ahora reacciona tibiamente una educada oposición, que estaba soportando hace rato una injusta critica a sus gestiones cuando las fallas de gestión se originaron desde el propio partido gobernante -que se repiten en la actualidad y con más virulencia- y que provienen de largos periodos anteriores durante los cuales gobernó.
Que pasará entonces luego que se retome la normalidad que algún día llegará? Los antecedentes de la situación económica ya eran muy malos antes de la declaración de la obligatoriedad de la cuarentena. Es un detalle que no debe olvidarse especialmente al hacer determinadas afirmaciones y menos aún, arriesgadas predicciones. Ya se calculaba una caída del PBI de alrededor de un 2%. Ahora, y consecuencia de la pandemia, en el mejor de los casos estaremos para este año en no menos de un 12%. Y esto no es gratis. Todo el mundo sufrirá estos mismos resultados negativos.
En nuestro país, aproximadamente el ochenta por ciento de la economía se basa en las PyMES y MiPyMES, hoy el segmento más castigado por la cuarentena. Sólo algunos sectores no sufren tanto por tener autorizada su actividad. Pero son las menos, son las que están relacionadas con el consumo básico de subsistencia y cuidado de la salud, alimentación, transporte y algunos más, es decir a los sectores que se ha dado en calificar como de “actividad esencial”.
Muchas de estas empresas tienen como sobrevivir sin vender su volumen histórico como era antes de la epidemia. Aún así podrán pagar los sueldos de sus dependientes a costa de sus magros ingresos, a veces con el apoyo del Estado y ayudándose también con eventuales ahorros de sus dueños. Pero la gran mayoría que hizo lo que pudo hasta ahora, seguramente no podrá afrontar esa obligación a fines del mes en curso. Ni que hablar de los que no pueden abrir sus negocios.
Y aun en aquellas que puedan sobrevivir, su capital de trabajo se deteriorará por la reducción muy marcada en sus ventas y el casi total corte de la cadena de pagos. Reiteramos que ya en marzo la actividad había mermado, dependiendo del tipo de producto, entre un 20 a un 50% de los valores relativos promedio del mismo periodo del año anterior. De ahí el otro peligro que acecha y acorrala a sus dueños y los pone en la disyuntiva de mantener sus fábricas o comercios en actividad o cerrarlos. Tal vez algunos cierres sean programados, pero la gran mayoría será obligado por las circunstancias (llegando eventualmente a su quiebra).
Otro factor a tener en cuenta va a ser el aumento inevitable tanto de los precios de costo de los insumos como de los productos para la industria y el comercio respectivamente. Y no es difícil imaginar que cada cual está pensando en el valor de reposición de sus insumos, influenciados por una inevitable devaluación no muy lejana, sumada a los efectos de una descontrolada emisión monetaria. Mas necesidad de dinero entonces.
Esta necesidad también será del Estado que deberá tener que seguir dando subsidios a la población, sumados a los que ya daba. A la vez tendrá que afrontar el problema que se le genera por la disminución de la actividad económica que redundará en su ya magra recaudación.
No será esta la oportunidad de comenzar a replantearse entonces la reducción del volumen de dinero necesario para mantener el enorme gasto público? Difícil es preverlo y más difícil todavía es que en algún momento se piense en ello siquiera. No es uno de los objetivos importantes especialmente de gobiernos con tendencias dirigistas y populistas.
Hace ya muchos años que nos rigen políticas no muy proclives a tomar estas decisiones de alto costo político (electoralistas) y del necesario coraje para llevarlas adelante. Para estos sistemas es mejor mantener o aumentar el capital de electores que el bienestar de toda una Nación. Otra de las razones de nuestra decadencia, sino la peor.
Y para no abusar del tiempo que dedica el lector a estas líneas, no se hará mención a los impuestos a los grandes capitales (por supuesto a los bien habidos), a la participación accionaria en las empresas que han sido “ayudadas”, al riesgo permanente de entrar en el default de la deuda externa, aumento de impuestos, entre otras barbaridades del mismo tenor como estatizaciones, castigos impositivos mayores, etc., etc.
Concluyendo, el panorama no es de lo mejor, para calificarlo moderadamente. Tendremos un índice de pobreza cercano al 50%, inflación desenfrenada, inevitable devaluación, escasez de inversión. Consecuencias: caída del consumo y peligroso descontento social.
Y cuando esa época llegue, no nos engañemos ni nos dejemos engañar: con solo el 5% de la población, por ejemplo que reside en el AMBA, se pueden llenar restaurantes, shoppings, cafés y confiterías, espectáculos, concesionaras de autos y grandes conglomerados turísticos según sea la temporada de la que se trate. No va a ser el resultado de una economía que resurgió gracias a políticas económicas: ese cinco por ciento de la población siempre vivió y vivirá bien. El peligro está en que nuevamente se profundizara la diferencia socio-económica de la población.
Con este panorama será necesario volver a preguntarse lo que se plantea en el título de la nota: que vendrá después?
Osvaldo E. Dapuetto