Es bastante obvio que ante la situación de una de las epidemias mas importantes de la historia preocupe fundamentalmente la salud y la vida de la población. Son los bienes más preciados de la humanidad. De esto abunda la información y muy bien expresada por la mayoría de los expertos en el tema.
Desde otro punto de vista, y sin desmedro de lo expresado, deberán hacerse varias consideraciones respecto a las consecuencias económicas que derivan de esta circunstancia. Las hay de impacto presente como de futuro. Estas últimas quedarán para el análisis que se pueda hacer cuando el panorama sea mas definido y la situación sea otra. Hoy son impredecibles.
Sin hacer una enumeración taxativa de las mencionadas alteraciones que se sufren y sufrirán, es prioritario darle preponderancia a la situación de las personas y sus ingresos.
Se supone que en Argentina una cifra aproximada al 40% de quienes trabajan son cuentapropistas, otros hacen trabajos esporádicos (changas, etc.) y dentro de este segmento, muchos otros trabajan informalmente. Este sector no menor en cuantía, es el más complicado. Se paralizan sus ingresos con las consecuencias imaginables.
Es importante analizar los otros dos grandes sectores de los que se ocupara esta nota y que involucran al resto de los trabajadores: empleados del Estado nacional y provinciales y los que dependen de PyMES, muy particularmente, que desarrollan heterogéneas actividades. El primer caso, el dinero necesario para cumplir con los sueldos sale de las exhaustas arcas del Estado que al no encontrar otra solución tienen una herramienta única como es la posibilidad que tiene de emitir moneda. Problema resuelto. Ya se amplió el cupo de expansión en una primera etapa de 400 mil millones de pesos que incluye además partidas para los gastos inherentes al refuerzo de los presupuestos que se relacionan con la salud pública.
El problema de las empresas todavía no esta resuelto: sólo se dieron a conocer algunos títulos que estarían direccionados a ayudar a este sector económico a paliar la inevitable crisis. Algunos de ellos están relacionados con el pago al personal, a una supuesta disminución de las cargas previsionales, a la excención de algunos impuestos o a líneas de crédito con tasas de interés blandas.
Los sueldos, con la aplicación de planes de crisis ya contemplados hace mucho por la ley (REPRO), no solamente son de solución total al problema sino que su implementación es muy engorrosa, salvo que se faciliten las tramitaciones ante la coyuntura. Los créditos, aun facilitando su gestión y con tasas de interés bajo, hay que pagarlos indefectiblemente. O sea, hay que afrontar el sobrecosto y solo se difiere una erogación que no estaba prevista.
Otra mirada a esta situación obliga a enfrentar el peligro que esta columna considera uno de los peores, tal el de la interrupción del círculo virtuoso de la economía: producción, venta, cobranza, reposición de insumos y pago de gastos y nuevamente el circuito descripto. Asi sucesivamente. Cuando uno de estos factores se interrumpe, no se cobra y por lo tanto se imposibilita pagar, en este caso al proveedor y a los servicios contratados (ejemplo típico la energía eléctrica, telefonía, etc). Debe sumarse la disminución de stocks (descapitalización) y su nefasta consecuencia. Resultado: se interrumpe la cadena de pagos. Llegado a este punto, entonces si la solución es ya muy delicada. No solo por el quebranto empresarial. También por la falta de producción para abastecer fluidamente al consumo.
Es este entonces el momento de adelantarse a esta posibilidad. El Estado y los sectores afectados deberán tratar con toda urgencia la toma de decisiones que no permitan llegar a situaciones límite de las que muchas veces no es posible volver. Existe la posibilidad de hacerlo, aunque el costo haya que pagarlo a lo largo de mucho tiempo y que como nunca esta vez, la epidemia se muestra como más que inoportuna.
Osvaldo E. Dapuetto marzo 20, 2020