Viernes 28 de mayo de 2021
El día de ayer después de tres semanas de no haber concurrido a comprar “comida china”, al entrar al local que está en Avenida de Mayo encontré que los precios habían aumentado de $47 a $59 por cada 100 gramos; en principio me molestó, pero vi algo que me gustaba y seguí al interior del negocio. Cuando voy a tomar una de las bandejas veo que aproximadamente el 10% de ellas eran grandes, el 80% medianas y el otro 10% chicas. Me sorprendió, pero pensé que como cuando yo iba frecuentemente esto estaba distribuido de otra manera no le di importancia.
Después de seleccionar mi comida en la bandeja grande por supuesto me acerqué al mostrador donde se pesa y se envuelve la comida. Conozco al dueño, que habla muy mal castellano y siempre se sonríe, como así también a su mujer que es la que suele traducirle cuando él se empantana con nuestro idioma. ¿Qué sucedió cuando pesó mi comida? Dijo: “uy, ¡cuánto!” y yo pregunté “¿por qué?” y él contestó “porque todos llevan 200 gramos o un poco más”.
En ese momento, el inconsciente trajo toda la información junta y respondí casi instantáneamente “lo que pasa es que usted aumenta los precios y no sabe o no entiende que van a bajar las cantidades vendidas y debe haber sucedido, también, que hay menos clientes. Me respondió que sí, y la mujer intervino diciendo “te dije que no había que aumentar tanto los precios”, y él respondió “todo el mundo lo hace”.
Lo antes descripto nos ayuda a comprender que en una economía como la nuestra lo único que se supone que los grandes y medianos empresarios harán es “ajustar a precios”, que significa presumir que la maximización de las utilidades se realizará incrementando los precios y no esperando que el incremento de la cantidad resuelva la maximización de las utilidades.
Hace años hubo un comentario que deslizó una funcionaria de una de las cámaras de productos medicinales (2008) que decía “acordemos los precios para venderle a PAMI, no quiero que compitamos por precio”. En ese momento, PAMI los tenía controlados desde el punto de vista de los precios dado que era un monopsonio el que generaba PAMI y algunos institutos de servicios sociales provinciales, lo que permitía que acordaran precio los laboratorios y se distribuyeran el mercado de acuerdo a una proporción preestablecida.
Si PAMI tenía cuidado respecto de los ajustes que significaban las renegociaciones de precio en el proceso inflacionario los ajustes se iban a dar de manera racional, y como sucedió durante años, los laboratorios no se excedieron de la inflación.
Volviendo a nuestro proveedor de comida, nos damos cuenta que la naturalización del proceso inflacionario como efecto de la solución que el inconsciente colectivo le produce a los decisores en las PYMES y en las corporaciones hace que todo el mundo tome una conducta absolutamente irracional y análoga a la decisión de los que considera sus iguales.
La inflación es de la naturaleza que en la teoría económica implica la cantidad ofertada, no tanto por la cantidad demandada. Esta última afirmación tiene que ver con la caída de la capacidad de compra del salario y el evento recesivo que inexorablemente nos está sucediendo. La caída de la demanda interna no es tan fuerte en este momento porque si bien representa un 70% del ratio del crecimiento como porcentaje del PBI hay otros actores que están determinando dicho ratio que son los incrementos de productos generados en las corporaciones que producen el crecimiento inicial de la economía. Estas corporaciones representan los sectores primarios (agro y minería) como así también los servicios públicos, el petróleo y la producción de aceros y derivados.
¿Qué queremos decir con esto? Que las decisiones de las producciones primarias antes mencionadas siempre son anteriores al incremento del consumo, por lo que sin incrementar la inflación y teniendo en cuenta la naturaleza psicológica de las decisiones es imprescindible incrementar la demanda en los próximos seis meses.
C.A.F.