El Esfuerzo De Las PyMES
Uno de los logros del Gobierno que termina su mandato el 10 de diciembre fue el de reestablecer mejores relaciones con muchos países desarrollados del mundo, por el cual uno de los objetivos era favorecer entre otras custiones lo referido al comercio internacional. Este fue un objetivo que apuntaba a tratar de mejorar la balanza comercial y por ende el ingreso de divisas, vitales para el desenvolvimiento de la macroeconomía y obviamente, para el crecimiento del sector productivo. La consecuencia favorable de este cambio en la economía seria ir saliendo del estancamiento que, con alguna excepción, ya lleva décadas.
Lamentablemente el objetivo no se ha logrado. Una de las graves consecuencias del sistema económico fue una serie de desajustes en la economía provocados por un exagerado aumento del gasto del Estado, lo que dio lugar por un lado el evidente deterioro del mercado interno y por otro un frustrado plan de inversiones.
Es ahí donde se generó un desbalance entre la capacidad productiva instalada y la realmente utilizada. Se dan cifras de un aumento de la ociosidad de un promedio de aproximadamente un 50/55%. Vale aclarar lo que ya se dijo en alguna otra nota que hicimos, que la plena ocupación de la capacidad productiva en épocas normales esta en valores que oscilan entre un 80/85%. Por lo tanto la caída real seria de un poco más de un 30%.
Para hacer un análisis mas exacto del esfuerzo de las PyMES, se deberá tener en cuenta otros datos: solo un 10% de la ocupación se da en puestos muy calificados generalmente en empresas grandes y un 50% en puestos de nivel medio y cuentapropistas, monotributistas, etc. El restante 40% es empleo informal.
Para pasarlo en cifras, según datos proporcionados por el INDEC, los aproximadamente doce millones de trabajadores detectados se pueden desagregar, redondeando, de la siguiente manera: un poco más de cuatro millones de empleos públicos, seis millones de puestos formales y casi dos millones de informales.
Si es valido el cálculo que las PyMES generan el 85% de los puestos de trabajo, nos daría que los asalariados de ese sector, entre formales e informales, seria de alrededor de seis millones.
Con estos datos a la vista se podría decir entonces que si el aumento de la capacidad ociosa llego a ser del 30% la reducción en la producción implicaría, al menos linealmente, una disminución de asalariados de mas de un millón y medio de puestos de trabajo. La diferencia entre esta última cifra y la real es el verdadero esfuerzo que han hecho las PyMES para conservar a sus trabajadores a costa de sus utilidades. Este análisis demuestra una vez mas lo muchas veces dicho que el personal de este tipo de empresas es su activo más importante, a veces más valioso todavía que la inversión en maquinarias y capital de trabajo.
Este esfuerzo se hace además a costa del riesgo que implican las obsoletas leyes de trabajo. Son desmedidas tanto la presión impositiva que sufren en sus remuneraciones como el riesgo que no quiere correr la PyME de quedar atrapada en juicios laborales algunas veces justos pero que en una gran mayoría son generados por malos trabajadores, apoyados por una trama jurídica tejida por algunos profesionales del derecho laboral y una justicia que en la mayoría de los casos hace caso omiso de la propia ley, sobreactuando en favor de aquel que inicia una demanda por indemnizaciones que pone en riesgo la propia subsistencia de la empresa.
Las demandas se hacen no solo en lo que dispone la ley indemnizatoria sino que tiene el agregado de duplicaciones de multas (que debería cobrar el sistema impositivo de la previsión social si correspondiera), la invocación de informalidad total o parcial de incumplimientos por parte del empleador pero casi nunca en la inversa y muy pocas veces probadas; etc. Bastan solo un par de testigos reales o no, por ejemplo, para que los juzgados en una gran mayoría hagan lugar a expedirse en fallos en contra del empleador.
Lo expresado en el párrafo anterior fomenta la informalidad o peor aún, el desincentivo para incorporar mano de obra de todas las calificaciones.
En resumen, la PyME hace enormes esfuerzos para mantener su subsistencia y la estabilidad de sus trabajadores que de ella depende, a pesar que las cifras que se vierten en muchas publicaciones de todo tipo. Este tipo de comunicación no solo es falaz sino que además no reconoce el esfuerzo de unidades de producción muy modestas. Al fin, leyes que eran para proteger al trabajador terminan siendo las peores enemigas de la generación de empleo y del propio asalariado que queda expuesto a trabajar de manera informal por necesidad y sin protección alguna.
Es este el momento de tomar conciencia del esfuerzo que hace la PyME y que raramente es reconocido.
Osvaldo E. Dapuetto