Miércoles 25 de septiembre de 2019
Para comenzar estas líneas vamos a transcribir unas palabras escritas por Joseph Stiglitz en “La vida después de la deuda”: “Aun si un país no mostrara grandes problemas de deuda antes de la recesión, eventualmente los generará si la caída de la actividad es profunda y prolongada”. Como verán, lo que hemos dicho en nuestras páginas se asemeja demasiado a lo pronosticado por el premio nobel antes mencionado. No es por nuestra capacidad predictiva que hemos vislumbrado y definido lo que sucedería con la economía argentina, sino simplemente por haber leído un poco más.
El endeudamiento argentino llega a los U$S 310 mil M con una peligrosa distribución de vencimientos. Es dable mencionar que el 81% de la deuda vigente es en dólares, y el remanente, por supuesto, en pesos.
Los bancos normalmente piden desregulaciones que implican un feroz incremento de su rentabilidad, y en particular en la Argentina los servicios monopólicos (tarifas) han incrementado en el corto plazo sus rentabilidades. Una vez que la inflación se incorpora al proceso económico el sistema financiero a partir de la política del Banco Central incrementa sus tasas, y el gobierno aumenta las tarifas generando una feroz recesión, no solo por el deterioro de la actividad sino porque los salarios están retrasados en la actualidad un 25%. Esta profecía autocumplida generará una crisis y la explicación de los economistas y de la política implica la mostración de dicha crisis como un “problema médico infectológico”, es decir, nunca fue responsabilidad de la interpretación de los economistas del mainstream ni de la política económica desarrollada.
Por otra parte, la liberalización de los controles da lugar a la apropiación de la rentabilidad en una economía en la cual los participantes tienen un poder asimétrico (formadores de precios, precios monopólicos, sistema financiero, etc.). La asimetría antes mencionada en cabeza de los actores a los cuales nos referimos anteriormente se complementa con la del sector externo, cuyos beneficios están determinados básicamente por los incrementos de la inversión tecnológica de los últimos treinta años. Este sector de cualquier manera está asechado por los movimientos de los precios internacionales (2008, precio de la soja U$S 610, la tonelada; 2019, U$S 314, la tonelada). En el proceso antes mencionado no debemos dejar de considerar que las grandes corporaciones, es decir, las áreas de la economía concentradas están manejadas por personas (los CEOs) que no tienen los mismos intereses que los dueños de las compañías (“el empresario”, de Adam Smith). Este aspecto no es un dato menor porque las políticas de estas personas, desde el punto de vista de los procesos de la economía, implican severos incrementos de sus propios ingresos y políticas estrictamente cortoplacistas.
En los Estados Unidos el proceso en el sistema es análogo al de la Argentina en muchos aspectos, aun cuando se produce en un plazo mayor.
La norma Glass-Steagall fue, después de muchos errores de política económica, concebida en 1933 a los efectos de separar los bancos comerciales de los bancos de inversión, que habían producido la crisis de 1929. Esta norma, determinada por el congreso norteamericano de 1933, permitió que no se degradaran los procesos económicos a manos del sistema financiero. Bill Clinton, en 1999, a pedido del Citibank, eliminó la norma antes mencionada que separaba las distintas características de los bancos norteamericanos. Hábilmente, la corporación federal de seguros de depósitos quedó vigente a los efectos de poder modificar los niveles de negocios y los incrementos de riesgos a tomar por parte del sistema financiero dado que el estado norteamericano garantizaba el mismo.
Por supuesto esto generó la crisis de 2008 y el gobierno norteamericano para salvar las compañías de seguros y los bancos tuvo que disponer de U$S 2,7 billones.
En todos estos procesos el sistema económico imperante implica un recorte de los impuestos a los grandes ingresos, lo que genera un aumento de los ingresos en las grandes corporaciones que a su vez impulsan mejoras normativas para sostener estas irregularidades.
Un ejemplo muy gravoso para nuestra economía es el de Mercado Libre, que paga un 19% como impuesto a las ganancias en función de un subsidio existente a la industria del software. La malversación de fondos públicos por parte de la interpretación antojadiza de las normas impositivas implica que la empresa más grande de la Argentina pague menos impuestos porque se considera a sí misma una compañía de software, cuando en realidad es una compañía comercial o eventualmente un banco. La elusión, significa, una interpretación antojadiza de la norma hecha a favor del contribuyente. En este caso la elusión esta avalada por el organismo de control.
La injusticia antes mencionada implica una situación gravosa para el estado nacional, pero más aun para el resto de los contribuyentes cuya carga impositiva es por lo menos compleja de solventar.
La industria del software significa una industria que produce programas de computación, no es la industria que se sirve de ellos.
C.A.F.