Las características de la libertad son una expresión de la sociología organizacional. Siempre tratamos de entender a la liberad como una categoría propia de la civilización presente, aun cuando ya hemos determinado que nuestra libertad esta previsiblemente determinada por la realidad de una “sociedad controlada” y básicamente también predeterminada en nuestro inconsciente colectivo por nuestra historia y los aspectos relevantes del estado de manipulación actual.
Herbert Marcuse nos dice “los derechos y libertades que fueron factores vitales en los originales y etapas tempranas de la sociedad industrial se debilitan en una etapa más alta de esta sociedad: están perdiendo su racionalidad y contenido tradicionales”.
Dicho esto, en la década del 50, se nos aparece en la actualidad como una especie de predicción mágica que hiciera el pensador en su momento, y que nos sirve para mostrar una sociedad invadida por el desarrollo de la ciencia y sobre todo por su aplicación empírica en la sociedad tecnificada. Estas aplicaciones ponen, en la exterioridad de las relaciones sociales un mandato orientado a la racionalidad. Una racionalidad también determinada por las categorías de la cantidad que modificarán inexorablemente la cualidad existente.
Tenemos que considerar que en la década del 50 y sus diez años posteriores el crecimiento de la economía norteamericana fue excepcional, no solo desde el punto de vista de las capacidades de dicha economía de extenderse en el ámbito internacional (sus corporaciones ingresaron en un crecimiento exponencial), sino que también surgió desde el punto de vista del incremento de la demanda agregada, un crecimiento al interior de la economía que implicaba la posibilidad de una distribución del ingreso, sin demasiada inflación, que permitió el comienzo de una sociedad “unidimensional” y orientada a la destrucción material de bienes, construyéndose el concepto de obsolescencia planificada.
Esta es una situación que caracteriza una estructura económica, que de ninguna manera es la del presente. En la actualidad, el sistema económico, a través de las corporaciones, está tratando de maximizar la utilidad de los procesos de intermediación y la definición exacta de la naturaleza de la demanda agregada, dado que las inversiones en desarrollo tecnológico por parte de las corporaciones industriales están en caída libre desde la crisis del 2008.
El proceso de automatización industrial a partir del desarrollo tecnológico en las líneas de producción reemplazó a una formidable cantidad de obreros industriales en las economías centrales. Este proceso de automatización implicó un incremento de la productividad y un incremento de la absorción de excedente productivo de la mano de obra, vía la estructuración de un sistema de trabajo menos calificado y con la vuelta a los horarios rotativos. Aun así, la rémora de salarios altos en la industria, en la década del 50, seguirá influyendo en este período.
Tal es la referencia que Herbert Marcuse tomando a John K. Galbraith, American Capitalism; (Boston, Houghton Miffin, 1956) nos dice: “¡La comunidad está demasiado satisfecha para preocuparse!”. Agregamos sus hijos y nietos se quedarán sin trabajo.
Imaginen ustedes, a partir de esta aseveración, lo que significaba el incremento de la demanda de bienes al interior de la economía en ese momento, en la actualidad, se impele al consumo a través de técnicas de comercialización y psicológicas que permiten extraer la mayor cantidad de dinero de los sectores menos beneficiados del proceso económico (no hay que olvidar la profunda precarización del trabajo en EEUU en los últimos diez años), lo que implica que el agotamiento de este proceso en el mediano plazo va a ser absoluta y completamente significativo.
Las características que la libertad como concepto, serán resueltas desde la contextualización de la administración de la sociedad y desde el punto de vista de su utilidad y como ya dijimos de la conducta que en los seres humanos generará una condición que la “ideología tecnológica” impregnará la conducta humana. Esta será acorde con una racionalidad teñida de irracionalidad que permanentemente demerita la libertad. Como diría Jung, estamos volviendo a la filosofía hobbesiana anclada en Kant para garantizar la consistencia de las acciones humanas respecto de la coordinación de la “sociedad controlada”.
Es fácil reivindicar el ejercicio de la libertad para todo el mundo, siempre y cuando todos los actores sociales tengan un discurso sin contradicciones y acceso a la posibilidad igualitaria de ejercerla. En la actualidad, de una manera casi grotesca, aparece esta condición en todos los grupos que conforman las redes sociales. Esta manipulación no es una manipulación cuya responsabilidad la tengan los actores de los eventos sociales, sino la tienen quienes definen cómo se realizan los eventos comunicacionales. Los dueños y descriptores del esquema de relaciones y de la organización, para la administración, de las comunicaciones, construyen una racionalidad a la que se someten quienes se comunican.
Vemos entonces que, como diría Lacan, “la simbolización del concepto de libertad tiene variadas orientaciones en los últimos 300 años, pero siempre ha sido explicado para la construcción del ordenamiento en la centralización del poder dominante (en algún momento poder totalitario)”. Este dominio concluye en la acción humana, para cumplir con determinados objetivos, por lo tanto, si cumple el ejercicio de la libertad racionalizada con los objetivos centrales de la “sociedad administrada” entonces se naturaliza como racional y proactiva para el conjunto de la sociedad. Esta determinación filosófica de que el ejercicio de un sustantivo resuelve su verdad ontológica a partir del cumplimiento de sus fines, es decir, la adjetivación del sustantivo libertad con “es buena” y “cumplidora” es una manera de resolver el problema individual y social, dándole personalidad humana, a un concepto que no tiene nada que ver por sí solo con lo humano, sino que es una representación humana de la libertad, pero el mismo no tiene de ninguna manera la categoría de lo humano.
Los filósofos normalmente empiezan a describir las acciones y los conceptos que surgen del pensamiento adicionándole categorías de resolución humana, no es así de ninguna manera, lo humano es pensar en la libertad y en la no libertad, pero lo no humano y transgresor es pensar que la libertad tiene por sí misma en el desarrollo social una categoría propia, como si tuviera el concepto una actitud humana, en sí misma.
Estas características antes descriptas no son otra cosa que verificaciones y calificaciones de los procesos en los cuales el hombre en los últimos 300 años ha hecho algún ejercicio de su propia libertad, y la conciencia que de dicho ejercicio tiene el hombre a partir del estudio de los efectos sociales, surge del fragmentario y perturbado “ejercicio de la libertad”.
Jean Paul Sartre, en “El Ser y la Nada”, genera una serie de definiciones respecto de “ser libre”, que no significa “obtener lo que se ha querido”, sino determinarse a querer (en el sentido lato de elegir) por sí mismo.
Después de estas afirmaciones que analizaremos nos dice; “el concepto técnico y filosófico de libertad, único que aquí consideramos, significa solo: autonomía de la elección. Ha de advertirse, empero, que la elección, siendo idéntica al hacer, supone, para distinguirse del sueño o del deseo, un comienzo de realización”.
La voluntad de todos los autores que venimos analizando hace que presuman que la decisión de los hombres en cualquier caso será por su libre determinación, no es así. Como ya hemos dicho, el proceso de decisión resulta bien descripto por nuestro filósofo como así también por los mas famosos que en todo caso quedan entrampados en sus propios argumentos, por ejemplo, nuestro nunca bien ponderado J. P. S. habla que existe en su definición la “autonomía de la decisión”, lo cual como ya hemos explicado es imposible. Primero, porque las decisiones no son ahistóricas; segundo, porque la representación consciente de una decisión implica condicionamientos históricos, sociológicos y materiales (de la relación material del hombre con las cosas) conjugando una estructura dependiente, y en la actualidad, tremendamente condicionada que implica la no libertad.
El poder y los condicionamientos económicos que definen a la “sociedad controlada” de H. Marcuse nos permite inferir que la existencia de la libertad como concepto y ejercicio posible resulta obstaculizada por su contradictorio, la no libertad.
Aparentemente hemos descripto una situación a la que es sometido el hombre por el sistema económico y el orden social que hace que la posibilidad del desarrollo de actos libres sean inexorablemente conculcados. Esta no es nuestra definición ni nuestra prognosis de futuro, esto es un condicionamiento del proceso contradictorio que se resolverá con la mitigación de la acción del control modificando sus resultados y generando una síntesis entre la libertad (un absoluto) y la no libertad, que como síntesis se obtendrá primero la consciencia del proceso y la conculcación parcial del ejercicio del control en la sociedad moderna.
Nosotros debemos considerar también que esto último descripto no será producto de una delegación o mitigación del control por parte de los controlantes, sino que probablemente el deterioro de la demanda de bienes produzca una mejora sustantiva de la inequidad y desigualdad de la sociedad actual.
C.A.F.B.