Martes 23 de noviembre de 2021
En su introducción al narcisismo, de 1914, Sigmund Freud nos ilustra algo que él llama “parafrénicos” y nos dice “el delirio de grandeza y la falta de todo interés por el mundo exterior (personas y cosas)”, y luego debe resignarse diciendo “esta última circunstancia los sustrae totalmente al influjo del psicoanálisis, que nada puede hacer así en su auxilio”
Muchos teóricos nos han ilustrado sobre la visión que las personas tienen sobre sí mismos y sobre las relaciones estructuradas o no estructuradas con las demás personas, por supuesto entre Jung y Freud debemos tener en cuenta todo lo que ellos nos enseñaron, pero también tenemos que ver qué pasa en las relaciones entre las personas en la actualidad. Estrapolar al conjunto la naturaleza individual, del proceso narcisista, es en todo caso un trabajo relativamente importante a dilucidar en función de nuestras observaciones respecto de la importancia que los sistemas de comunicación imponen a una buena parte de nuestra sociedad.
Desde el punto de vista del desarrollo de la teoría del “yo” Freud nos dice “el enamoramiento consiste en una afluencia de la libido del yo al objeto. Tiene el poder de levantar represiones y volver a instituir perversiones. Exalta el objeto sexual a la categoría de ideal sexual. Dado que tiene afecto, según el tipo de elección del objeto por apoyo, y sobre la base de la realización de condiciones eróticas infantiles, podemos decir todo lo que cumple estas condiciones eróticas es idealizado”.
Nos caracteriza, de esta manera una relación con el objeto, si esta relación con el objeto esta mediatizada por un sistema de comunicación particular, que ni la visión directa del otro o la otra, ni la exteriorización de su ámbito sensitivo nos resulta, que la mediatización es sustantiva para definir las categorías antes mencionadas. La eroticidad no se manifiesta necesariamente como una relación a un objeto sexual explicita, todo lo contrario, se define a partir del contenido libidinal de las relaciones mediatizadas.
Estas deducciones no serán objetadas de otra manera que no sea desde el punto de vista estadístico, aunque esto parezca mentira porque se dan en el plano de lo libidinal aun cuando el deseo tenga que ver con el mero hecho de comunicarse, observar o consumir. En la civilización actual esta situación representa, una permanente satisfacción del yo que refuerza la libido narcisista en la búsqueda de la satisfacción particular de cada persona.
El hecho de que en este proceso se produzcan cierto tipo de generaciones objetables como patológicas no tiene demasiada importancia, dado que es un sustrato del proceso requerido de la comunicación. No estamos frente a evaluaciones éticas, estamos frente a obtenciones de resultados materiales.
Deducidas estas representaciones solo debemos poder reconocer las variables que la definen, y el movimiento que estas representan en el “árbol de las jerarquías y clasificaciones”a las cuales nos enfrentamos.
¿Cómo se hace para verificar estas estructuras de variables, siendo la misma verificable a través del movimiento de las variables que debemos cuantificar? A partir de los estudios realizados desde 1951 a 1968 entre otrospor Benoit Mandelbrot y mucho antes por Wilfredo Pareto, vemos que los árboles de las palabras en los textos, o lo que Benoit Mandelbrot llama árboles lexicográficos, nos permitirán a partir de resoluciones en esta conceptualización de su naturaleza cuantitativa, la resolución de un modelo complejo, que permita identificar características personales de cada actor en una inmensa base de datos.
El origen y la resolución antes descripta representa la definición del cómo obtener la razón de la construcción de estos modelos.
En este mundo Bernouilliano, en términos de las cantidades nos enfrentamos entonces a un requerimiento que fue resuelto mucho antes, desde el punto de vista conceptual, pero que sirvió para venderle a los consumidores la mayor cantidad de bienes y servicios posibles.