Lunes 17 de enero de 2022
La necesidad es un requerimiento inexorable de ser descripto en el proceso económico. Se supone que desde Adam Smith, Ricardo, J. Stuart Mil, etc. el mercado estructurará su demanda en función de las necesidades. Estas necesidades deberán ser satisfechas a partir de objetos (mercancías) o servicios que estructurarán la demanda, la oferta, los precios de equilibrio y las cantidades de equilibrio en un proceso de competencia perfecta.
Por qué nos estamos refiriendo a la caracterización y categorización de las necesidades; simple, lisa y llanamente porque estas deben ser satisfechas en el proceso económico. Si tomamos los “Escritos sociológicos I”, de Th. W. Adorno, en su “tesis sobre la necesidad”, trata de llevarnos con éxito a la conceptualización de ocho puntos sobre la definición y justificación teórica de que la necesidad es una categoría social. De donde, podemos ver en sus apreciaciones las categorizaciones que se invocan en cuanto a la naturaleza de la necesidad, sus particularidades y adjetivaciones y también la fuerte impronta de la noción de la psicología social respecto de estas decisiones humanas.
Debemos considerar que en el mismo título en la página 367, hay una particular descripción de un proceso al interior del sistema capitalista: “Cuando la producción se reoriente en el acto, sin condiciones ni limites, a la satisfacción de las necesidades, también y precisamente de las producidas por el capitalismo, se transformarán con ello de forma decisiva las necesidades mismas”.
Esta apreciación releva a la necesidad individual del ejercicio de la libertad y conspira contra la posibilidad de la ampliación de su ejercicio aun cuando maniqueamente se presuma a través de la invocación que los medios de comunicación actuales y el marketing propio de la industria hagan que necesitemos y consumamos determinados tipos de bienes y servicios.
Ya nos dice Adorno y otros economistas, la propia Joan Robinson, impactados por la construcción modélica de la economía clásica: que la demanda de bienes y servicios estará definida por las necesidades, pero dejan abierto un resquicio por donde entra la luz de que la oferta tenga la capacidad de modificar la demanda.
No solo esto último que acabamos de mencionar está debidamente aclarado y simbolizado, sino que en la modernidad del siglo 21 la necesidad está debidamente creada generando “compras compulsivas”.
Esto de generar “compras compulsivas” no es un dato menor en función de que los esquemas monopólicos para el consumo personal de productos y servicios en este particular desarrollo del sistema capitalista ha sido impactado por un “sistema intermediario”, como dijimos en el principio del presente, que define precio de intermediación (es decir el precio al que se le compra al productor y el precio de venta al que se le vende al consumidor). Esta intermediación está garantizada de una manera absolutamente no clásica, no es una necesidad a cumplimentar generada desde el consumidor o por efecto de consideraciones sociológicas, implícitas, que han tenido manipulaciones a través de la propaganda, sino que en particular estas necesidades se generan como parte de una construcción, que implica una respuesta compulsiva por parte del consumidor. Respuesta compulsiva implica degradación de la voluntad, y esto no resulta una cuestión menor desde el punto de vista de la generación de la demanda. El que consume no está en libertad de decidir, y esta operación no está determinada en función de la producción de bienes y servicios, sino que está definida a partir de una serie de intermediarios en el proceso de consumo. Eso nos va a llevar a que en sucesivos capítulos tengamos que definir el cálculo de la demanda y de la oferta, el que será definido por un cálculo a priori de la capacidad de generación de demanda del sistema de comunicación digital. Se destruirá la teoría marginalista y nuestras construcciones matemáticas para identificar procesos futuros y las rentabilidades del mercado serán determinados a priori con un error verdaderamente banal.
Entonces, lo que tenemos desde el punto de vista de una porción importante del mercado norteamericano por lo menos es un proceso absolutamente diverso respecto del análisis económico que hemos tenido en los últimos 250 años de teoría económica.
Entonces bien, si podemos determinar cuál es y de que van a ser las cantidades y características de una demanda definiremos entonces el precio y las cantidades de la misma, pero desde el punto de vista de la gnoseología de la necesidad y su satisfacción, y su elaboración respecto de que la misma tiene un contenido social imperativo. Por lo tanto, debemos considerar que si tendrá un contenido social, pero no requerido por los consumidores, sino por la gestión de los intermediarios (Amazon, etc.).
Las consideraciones y adjetivaciones que caracterizan a la palabra necesidad, como así también las enumeraciones de las características de la misma, serán descriptas sin mucho apego ni profundización porque estas descripciones servían para el marco teórico anterior. La necesidad implica una elección y también a partir de esa elección una decisión por parte de quien realiza dicha elección para cumplir con la necesidad antes emergida.
Qué pasa entonces cuando la decisión y la elección surgen de una necesidad impuesta y no consciente, o por lo menos obligada a ser satisfecha a partir de un proceso no consciente. La capacidad de definir esta cuestión, si de hecho, la tiene el intermediario, es entonces un proceso completamente diferente al cálculo de cantidad y precio de un mercado de competencia perfecta, o aunque este sea relativamente irregular e imperfecto la anticipación seria de cualquier manera diferente de la del presente.
Esta sobre determinación de la voluntad del consumidor hace que esté construido un esquema monopólico en función de la capacidad del intermediario a definir cantidad y precio en un mercado. Esta es la naturaleza ética que se le reprocha, al monopolista o a los oligopolistas, desde el punto de vista legal porque se estructura una asimetría insostenible en el sistema.
Si la asimetría que acabamos de mencionar representa y justifica la naturaleza del reproche legal en la categoría de oferente único, también será efectiva para el intermediario dominante que conculca la libertad del consumidor.
La necesidad entonces representa una cuestión anterior al proceso de generación de la demanda. Adorno nos enseña una tesis sobre la naturaleza de las necesidades, pero lo más importante que tenemos que considerar fuera de una clasificación de necesidades cuya definición no está en juego en este momento, no son necesidades primarias, son necesidades del comercio minorista de servicios y bienes de consumo masivo. Esta construcción hace que el “evento necesidad” desde el punto de vista individual sea restringido o anulado y sobre determinado por una acción externa que genera inconscientemente esa necesidad.
Esta manipulación que es la que estamos objetando fuertemente y que tendrá seguramente una recriminación judicial, reproduce una tendencia permanente del sistema capitalista a concentrar sus sectores y determinar eventos y procesos, en donde la concentración del poder implique el aumento de la acumulación para el sector concentrado.
Nuestra posición respecto de esta cuestión no solo objeta desde el punto de vista económico, sino también objeta de modo sustantivo desde el punto de vista psicológico y social.
El sistema capitalista central, ha tenido un crecimiento en los últimos cuarenta años cuyo ratio es decreciente, esto no solo nos lo muestra la estadística sino que lo dice el famoso economista francés Piquetti, mostrándonos que r es mayor que g siendo g la tasa de crecimiento del producto y r la tasa de crecimiento de la remuneración al sector financiero. Desde el punto de vista estructural y sistémico esta situación no es otra cosa que la descripción de un sistema en degradación que inexorablemente a partir de la globalización, tendrá una respuesta de parte de sus actores que implicará aumentar su tasa de rentabilidad en función de elecciones monopólicas en el sistema de distribución de mercancías y servicios en los países centrales, dado que, no hay posibilidad de incrementar el valor al interior de los sistemas industriales y se está degradando la capacidad de generación de valor del sector de servicios.
Entonces nuestra situación, en la Argentina, que se parece en mucho en algunos aspectos de su “modernidad” a los Estados Unidos, hace que se produzcan las relaciones entre conceptos tales como:
Modernidad-recesión-disminución de las libertades sociales.
Esto es lo que nos muestra Midjans en sus disquisiciones sobre la necesidad en la página 169 de su libro “La comunicación cosificada”.
Estas derivaciones necesariamente implican un incremento de la voluntad de consumo para ser consistentes los efectos con las causas, las cuales son una restricción de la libertad severa y un incremento del consumo “irracional”, por efecto de la restricción de la voluntad y del incremento del consumismo.
En muchos casos se analogan al concepto de necesidad situaciones ulteriores que implican decisiones personales, elecciones, etc.; esto no es más que un proceso del sistema de consumo.
En la actualidad, la vuelta a Hoobbes en su Leviatan, se produce solo porque este descarnadamente describe lo que se nos propone a los seres humanos en una racionalidad anglicana y perversa, que tiene más que ver con los deseos y la ideología dominante, que con la realidad y la voluntad “thanatica”, por ende vamos a ver que en el sistema neoliberal la producción de personas con características particulares como la del “emprendedor” es requerido para fortalecer el individualismo y restringir la apreciación crítica de las personas, como diría Bauman, “Podríamos conceptualizar el autoseguimiento definiéndolo como una práctica de yoidad que se ajusta a expectativas culturales relativas a la autoconciencia, la reflexión y la asunción de responsabilidad por la gestión y el gobierno de uno mismo, y por la mejora de las oportunidades vitales personales propias. El autoseguimiento representa, pues, la apoteosis del ideal neoliberal de ciudadano emprendedor” (pág. 68).”, en “Retrotopía”.
Esta caracterización del proceso social a partir de la construcción de la individualidad, implica poder manipular a las personas fragmentando y destruyendo sus relaciones sociales. Estas, que se expresan en las redes, y se verifican a partir de la conjunción y agrupamiento por parte de los individuos, y grupos asociados, y estructurados a partir de fragmentos de la interpretación de la conducta social. Estas características y particularidades aglutinan, pero a la vez fragmentan las relaciones sociales que se van deshumanizando a partir del sistema de comunicación digital. Esta deshumanización, la provee, la utilización absoluta y completamente desbordada de los elementos de comunicación entre las personas. Las sociedades “más modernas” representan una mostración de este deterioro, que no es otra cosa que el producto de la acción humana, y no, como mágicamente se dice de la tecnología, dado que esta no es manejada por sí misma sino por la acción de otros humanos en combinación.
Nosotros debemos considerar a la Argentina como una particular sociedad “modernizada” dado que dispone de 50 millones de celulares activos con una población de 45 millones de personas. Vamos a tener en cuenta en el futuro la naturaleza de estas relaciones sociales en tanto y en cuanto podamos describir algunos elementos que se analogan al actual control social de parte de los gobiernos y las corporaciones.
C.A.F.B.