Algunas consideraciones sobre el endeudamiento global
Martes 1 de diciembre de 2020
El instituto internacional de finanzas definió en un informe, realizando un cálculo aproximado, que el endeudamiento a nivel mundial representa un 365% del producto bruto internacional. Es decir, la deuda mundial superó los U$S 272 billones y como dice Federico Kucher en su artículo del suplemento Cash de Página 12 (29/11/2020) este endeudamiento es tremendamente significativo porque tiene dos orígenes: el primero es la concentración asimétrica del ingreso a favor de las corporaciones y el segundo la emisión monetaria y la baja tasa de repago de los créditos. El costo negativo que significa el endeudamiento en los países centrales (tasa activa menos inflación) hace que se avizore un peligro sustantivo que nos hará discrepar con nuestro estimado periodista. Discreparemos en función de que la crisis producida por la pandemia ha de acentuar una crisis internacional a nivel económico nunca antes vista con una caída de los ingresos y sobre todo de la demanda agregada.
Los profesionales e investigadores en economía están perturbados en sus análisis por sus buenas intenciones y le asignan, en cualquier caso, una capacidad a los estados de concurrir en soluciones que mitiguen el peligro reinante. Esto de ninguna manera será así, lamentablemente, por el hecho de que la puja por los intereses particulares hará incrementar la tasa activa por parte del sistema financiero, el que caerá luego de dicho aumento en una incapacidad de pago absolutamente imposible de remediar aun con una fuerte emisión monetaria de los países centrales. Esto sucederá en el 2023 y en el 2024, pero de modo anticipado y de muy corto plazo en el 2021 los países en desarrollo serán capaces de financiar proyectos industriales en función de la tasa despreciable que existe en el sistema financiero internacional.
Con este proceso el incremento de la tasa activa será la definición de la naturaleza del inicio de la crisis del producto internacional del sistema capitalista, deprimiendo los tipos de cambio e incrementando los valores objetivos de las materias primas y las reservas de valor que no se expresen más que objetivamente en el comercio internacional.
Si uno analiza los rendimientos de capital como lo ha hecho el doctor Piketty se nos habría prefigurado la crisis a la cual nos estamos refiriendo en el presente artículo.
En el gráfico número tres donde se expresa “la tasa de crecimiento de la producción por habitante desde la Revolución Industrial” la caída desde 1950 a 2012 pasa del 4% a menos del 1,5% en Europa Occidental, y en América del Norte del 2,5% a menos del 1,5% entre 1950 y 2012.
Es sorprendente este gráfico mostrándonos lo sensible y predictiva que son las “series de tiempo” de largo plazo.
En el caso del “rendimiento del capital y tasa de crecimiento a nivel mundial desde la antigüedad hasta el 2100” este gráfico nos muestra sin tomar períodos de predicción demasiado elongados que los rendimientos del capital (r) entre 1913 y 1950 pasan de un poco más del 5% al 5,4% y entre 1950 y 2012 pasan de 5,4% a 4,4% no esperándose modificación a partir de 2050, sin embargo la tasa de crecimiento de la producción mundial (g) se eleva fuertemente en la primera mitad del siglo 20 deprimiéndose luego del 2012. La historia del rendimiento de capital es sustantiva respecto de la noción que tenemos del incremento del crecimiento de la producción mundial. Estas afirmaciones implican que la remuneración al capital es más importante que la producción y el crecimiento de servicios y producción a nivel mundial, esto conculca la posibilidad de dicho crecimiento de ahora en más sobre todo cuando la pandemia expresa la verdadera situación crítica de la economía internacional.
¿Qué es lo que va a suceder en el futuro con nuestras economías a nivel internacional y en particular con nuestro sistema regional? La posibilidad que tiene el crecimiento de Latinoamérica a partir de generar un incremento severo de la demanda efectiva no ajustando precisamente el salario sino incrementando la producción para exportar y volviendo a un intercambio intrarregión como así también con países de oriente que requieren productos de nuestras manufacturas. Por ejemplo, para darnos una idea, Argentina, Uruguay y el sur de Brasil pueden comerciar manufacturas textiles a China y a la India en función de que esos países en los próximos diez años van a tener que elegir entre abastecer de agua potable a su población o a su industria textil. Muchas de estas alternativas serán posibles de tener en cuenta en el futuro desarrollo de una política económica a largo plazo.
Estas predicciones se van a comenzar a prefigurar en el 2021 cuando se salga de la pandemia y se modifique la demanda efectiva a nivel internacional. Nuestro crecimiento será más lento de lo esperable en cuanto al desarrollo de la demanda interna, pero se podrán fijar políticas de desarrollo industrial y de servicios para que Argentina sea capaz de exportar tantos productos como el mundo necesita.
C.A.F.