Algunas apreciaciones sobre la ideología de los académicos
Jueves 6 de enero de 2022
La interpretación de los procesos socio económicos tienen que ver con la naturaleza ideológica del pensador. Esto es inexorable, por ejemplo: Paul Krugman, por su deformación profesional no deja de impulsar un pensamiento economicista al analizar las posturas de la academia, describiéndolas binariamente como de “izquierda” o de “derecha”. Esta limitación inhibe la capacidad de referir opiniones respecto del verdadero móvil de las mismas. Se enoja, y con razón, porque los humanos que él creía inteligentes por considerase al interior de la academia dicen cosas que no piensan y que no tienen nada que ver con la realidad.
Opiniones influyentes han interpretado erróneamente la realidad y para seguir siendo “nosotros” y no “ellos” se han llevado puesta la crisis del 2008 con total racionalización de la realidad sin pensar que su incapacidad significaba un incremento estructural de la degradación de la demanda de mano de obra y su correspondiente correlato en precarización y desocupación futura.
Esta impresionante negación de la realidad sostiene las mismas mentiras que ideológicamente son convenientes sostener para no admitir la crisis de la “sociedad controlada” y sí pensar que el error es del otro (el gobierno, por ejemplo), siempre desde la naturaleza neurótica del ser humano vamos a referir la culpa a otro, racionalizando la misma, aunque los intelectuales no puedan leer en el futuro las barbaridades que han dicho y escrito.
Ha sucedido entonces que lo mismo que en el 29 la crisis se produjo por meros errores en el sistema, cuando en realidad había sido prevista por los bancos que tomaron oro como posición de reaseguramiento de lo que estaban viendo que sucedería.
Las características de la ideología dominante, a partir de los medios de comunicación en las economías centrales hacen que el “relato” sea consistente, y el conjunto de la sociedad no responsabilice a los hombres que son verdaderamente los responsables de las situaciones que se nos presentan a las personas del “común”, en todos los momentos de la historia económica de la sociedad. Siempre se ha difundido un relato que explica que los responsables de las situaciones económicas son, en el 2008 por ejemplo, de los norteamericanos que no querían trabajar, y en el 2018, los argentinos que son vagos y no quieren tomar un trabajo formal.
En su libro “Personalidad y prejuicio”, Kimball Young nos demuestra que los prejuicios llevan a sobre determinar la acción de los hombres, pero en muchísimos casos se puede determinar por grupos de referencia, que la naturaleza de las personas prejuiciosas se está verificando determinado tipo de acción y respuesta a cuestionarios para resolver una investigación empírica.
Los estudios de T. W. Adorno y sus colaboradores en California resolvieron una serie de problemas que podemos verificar en la actualidad, como por ejemplo aquellos que referenciaban las actitudes de personas prejuiciosas y hostiles.
Estos prejuicios son fácilmente identificables y, como dijimos, haciendo referencia a Sigmund Freud en “El malestar en la cultura”, vemos que es posible verificar actitudes que van a implicar en una sociedad, una serie de acciones prejuiciosas y sobre todo se definirán, como categorías personales individualistas, aquellas sobre las cuales se verifica como actitudes que pueden ser usadas políticamente. Estas particularidades prejuiciosas generan ansiedades infantiles y son perfectamente utilizadas por operaciones políticas determinadas. Es por otra parte, lo que está sucediendo en el presente con las manipulaciones existentes en las expresiones que representan la estructura del capitalismo tardío, y también ciertos neofascismos que se están desarrollando en la actualidad.
Se ha vuelto a leer al grotesco Max Scheler, que sostenía en su libro “El genio de la guerra y la guerra alemana”, que la “guerra es un vehículo hacia la moralidad”, “un orden esencialmente antimoral y malo” lo produce la paz. No podemos creer que estos textos se hayan publicado para sostener la perversidad humana pero estas situaciones han sido permanentes en la historia de la humanidad, lo que sucede es que la verbalización y la verificación en letra de molde resultan abominables.
En el libro “Dios, el mamboretá y la mosca”, de Thomas Moro Simpson en la página 59 nos define el origen del mal: “¿Desde cuándo existe el Mal en la República Argentina? Obsesionado por la demonología nacional, encontré al fin una pista inestimable.
En el Weekly Bulletin de agosto de 1891 se dice textualmente: “En la República Argentina, para hacer un negocio hay que comprar desde el presidente de la República hasta el último portero”. Debo esta referencia a un artículo de Raúl Scalabrini Ortiz (revista Qué, 18-9-56). El texto de Weekly Bulletin fue citado por Víctor M. Molina en la sesión parlamentaria del 9 de agosto de 1891 (Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados). Quizá sea útil puntualizar que la práctica del soborno ubicaba a nuestro país en una de las varias tradiciones que integran la “cultura occidental”: “Con dinero se hacen muchas cosas en Atenas”, se quejaba ya Jenofonte por el siglo IV antes de Cristo”.
Es importante para nosotros leer este párrafo con detenimiento porque desde mucho antes del siglo XIX, pero en particular con cierta sutileza y desborde intelectual el mainstream de cada época ha sido el interpretador-justificador de la perversidad de la clase dominante. Siempre está en colusión con los representantes de los sucesivos imperios” existentes. Entonces, la Argentina como Brasil como otros países que tienen un gen particular y que es recorrido por el ADN de cada uno de los argentinos hace que seamos ontológica e históricamente corruptos. Esta verbalización abyecta y perversa solo hace la difusión en términos de la física de las partículas, de la gnoseología de la “culpabilidad distribuida”.
Todas estas afirmaciones antes mencionadas son la réplica de la destrucción conceptual y reversión de la culpa a la cual los seres humanos estamos perfectamente acostumbrados, pero nos sirve para reflexionar que con suficiente poder la difusión de estas “racionalidades” de la academia, resultan la construcción de la falacia de autoridad que es sumamente eficiente para que los pueblos se hagan cargo de la culpa de las elites gobernantes.
Si la elite gobernante dejara a su pueblo sin culpa estaría permitiéndole resolver un problema básico desde el punto de vista psicológico, pero es inexorable que vayan siempre a estructurar la culpa en otro.
En un artículo del lunes 28 de octubre de 2018 en Página 12. Página 22. El doctor Jorge Alemán caracteriza lo que Lacan nos enseñó de una manera simple y casi imposible de distorsionar en su lectura.
Él dice: “La derecha descubrió que es muy potente el efecto homogeneizante y desorientador que produce la globalización en el sujeto. Porque por más que el capitalismo se presente como lo diverso o como la novedad, finalmente no deja de ser un proyecto que homogeneiza y entonces ahí es cuando la derecha propone un retorno a la identidad. Y el gran hallazgo de Lacan en esto fue mostrar que en ese retorno a la identidad hay un lado oscuro y eso es el goce. Es decir, mostró que la verdadera formula del racismo no es el odio al otro o el odio a la diferencia si no el odio al goce del otro. De hecho, todos los argumentos racistas siempre tienen que ver con que el otro goza mal, sobre que hacen los otros con el dinero, con el trabajo o con el sexo”.
Entonces bien, refiriéndonos a nuestras perplejidades, tenemos que ver cómo actúan los hombres en la construcción de la reflexión académica pero siempre teniendo en cuenta la naturaleza de la psicología de quien reflexiona.
Cuando le echamos la culpa de los males de la sociedad al conjunto de las personas estas se obnubilan y se inhabilita de accionar frente a nadie, y luego de incrementar su angustia lo que resolverán es incorporar una serie de agresiones horizontales que se producirán en un ámbito de neurosis patológica abundante y perfeccionado en los núcleos fragmentarios de la sociedad.
Esto implica que debemos vincular los recursos personales, los requerimientos del sistema y la “sociedad controlada”.
C.A.F.B.